Prometeo en Venezuela
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El mito en toda época y latitud
Personas y pueblos nos alimentamos de mitos. Pero debemos tomarlos para la coyuntura apropiada y saber digerirlos. Unos son salvadores, otros revolucionarios, y no faltan los apaciguadores favoreciendo que las cosas sigan tal como están (status quo). Unos nos ayudan a soportar valientemente el dolor, otros a romper las cadenas. El mito es portador de  cierta verdad profunda. Y lo es en nuestra crítica coyuntura el de Prometeo rebelde.

Pero el mito expresa la verdad no en forma empírica y positivista (como lo hace la ciencia), ni en forma racional y lógica (como lo hace la filosofía). Ambos, el <mito> y el <logos> son portadores de verdad pero en forma muy diferente. El <logos> -tan propio de la cultura griega y occidental- racionaliza la realidad como lenguaje de la mente.

 

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El <mito> de corte más oriental y original (hoy diríamos postmodernista) actualiza la realidad como lenguaje del pueblo, como proyección de un inconsciente colectivo  acerca de algo importante para la existencia humana (Jung)

Prometeo rebelde
Como personas inquietas y como pueblo angustiado en la actual coyuntura venezolana que estamos viviendo, necesitamos echar mano  de algún mito que interprete nuestra realidad confusa, que dinamice nuestras energías latentes, que canalice nuestras expectativas. Se me antoja que este pudiera ser el  mito de Prometeo. En la mitología griega, Prometeo, hijo de titanes, había ayudado a Zeus en su lucha contra los cíclopes, por lo cual era respetado y querido por el dios. Sin embargo, Prometeo -preocupado por el desamparo y miseria en que se encontraban los mortales- roba una chispa del fuego divino y la pasa a los hombres, dándoles en consecuencia la razón, el conocimiento, la inteligencia las cuales están en la base de todas las artes y oficios, de la cultura y la civilización.

Prometeo encadenado
Este es el título  de una famosa obra de la tragedia griega, escrita por Esquilo, que formaba parte de una trilogía lamentablemente perdida. Algunos han sugerido que las otras dos obras podrían llamarse "Prometeo portador del fuego" y "Prometeo liberado". De todos modos, el autor poeta, en forma magistral, evoca el legendario conflicto entre la humanidad y la divinidad. Y hace de Prometeo el héroe que lanza su grito de rebeldía, roba a los dioses para bien de los hombres la chispa creativa. Y termina siendo una víctima condenada a algo que no merece. La osadía de Prometeo lleva a Zeus a ordenar a Hefesto que lo encadene a una roca en el  Monte Cáucaso y le abra una herida por donde un águila le roerá todos los días las entrañas. El héroe  soporta el martirio valientemente. Prometeo se convierte, así, para la simbología griega en el prototipo del rebelde con causa, del hombre con un humanismo radical que lo lleva hasta enfrentarse a los dioses para endiosar a los mortales. En adelante, cualquier lucha que pretenda una victoria de la mente y de la racionalidad, que intente mejorar la condición humana aun con riesgo de desatar la ira y el castigo de los poderes supremos (dioses, tiranos, ideologías políticas) debe tener como patrono y modelo a Prometeo. En Venezuela necesitamos de una llama prometeica que nos queme algo y mucho.

Prometeo mal encadenado
Con este título, a finales del siglo XIX el escritor André Gide ofrece una significación simbólica diferente a la que había dado Esquilo a su famoso héroe. El águila que devora el hígado de Prometeo es la imagen de las pasiones y deseos, de los sentimientos que se nutren a costa del ser humano (varón y mujer). Somos nosotros mismos los que nos encadenamos a piedras insufribles y a regímenes duros. Somos nosotros los que permitimos que los gérmenes del mal que llevamos todos dentro (pasiones, egoísmos, atraso, caos, irracionalidad) primen y se impongan sobre la llama de los dioses, que también cada uno de nosotros lleva adentro. Es la eterna lucha -como personas individuales y como colectivo- que libramos día a día entre el lado oscuro y el lado luminoso de nuestra existencia humana.

Prometeo desencadenado
Schlegel en su poema "Prometeo" (1797) hace del titán rebelde y encadenado un héroe que guarda una fe inquebrantable en el ser humano. Y esto es ya una liberación, porque proyecta sobre el telón de fondo de la historia una victoria final del Hombre, en quien se sigue creyendo sin cortapisas. Hay héroes que saben mantener incólumes su fortaleza de ánimo y sus creencias por las cuales se han rebelado. La historia está llena de estos casos ejemplares. El de los Macabeos en la persecución de Antíoco Epifanes contra los judíos, que va a repetirse 21 siglos después con el Holocausto desatado por Hitler y su nazismo. El caso de los primeros cristianos masacrados por el Imperio Romano, que en un giro impresionante de tres siglos va a dar razón a Tertuliano,  quien escribe "sangre de mártires, semilla de cristianos". Hay casos de héroes revolucionarios, víctimas reales de regímenes opresivos, que sobreviven después en pueblos liberados. Caso reciente el de Mandela en Sudáfrica, héroe de una causa justa contra el "apartheid", fallecido a los 94 años y aclamado sin reservas por todo el mundo.

Prometeo liberador
Pero es el drama lírico de Percy Bysshe Shelley "Prometeo liberado"(1820) el que mejor remodela el clásico mito. A través de versos limpios y coros rimados, Shelley va llevando adelante un argumento dramático, que remata en el acto cuarto con la regeneración de la mente humana y del universo entero a través del Amor. Su tesis es que la imaginación humana seguirá pervirtiendo nuestros buenos impulsos hasta tanto que el Egoísmo -que ahora domina la humanidad- sea reemplazado por el Amor. El Odio -de los de arriba o de los de abajo, de la extrema izquierda o de la extrema derecha- es el que encadena al ser humano. Solo el verdadero Amor es el que libera a todos, especialmente a los héroes, a los rebeldes con causa quienes son -a su vez- los mejores liberadores.

21-05-14