Logo Enrique Neira

 

 

     

  Un país fabuloso
     Jawaharlal Nehru, el primer jefe de gobierno de India (enero 1950) llamó “cita con el destino” tal fecha en la que una convergencia de acontecimientos produjo un cambio inolvidable en ese gran país que había sido por mucho tiempo dominio de Inglaterra. Se inició entonces el gigantesco proceso de descolonización de muchos países que hoy configuran las Naciones Unidas. Otra “cita con el destino” fue la caída del muro de Berlín (11 noviembre 1980) señal del desmoronamiento del Imperio soviético. Y tercera la llamada “Revolución de los claveles” (ocurrida en Portugal, abril 1974) que para muchos países inició el paso de tiranías hacia democracias; bautizada por el profesor Samuel Huntington “la tercera ola de la democratización” pues hizo crecer en solo 22 años un 70% de las democracias en nuestro planeta.

Con las debidas proporciones, me atrevo a pensar que algo semejante puede estar ocurriendo en Argentina. País fabuloso por muchos aspectos. Que vive inventándose y reinventándose.
 

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  . Recibió más que cualquier otro país latinoamericano una valiosa herencia genética y cultural de países europeos de avanzada, que supo apropiársela y hacerla crecer en todos los campos Tomó ventajas innegables, trazando derroteros con eminencias científicas, intelectuales, artísticas, literarias, en comunicaciones, divulgación, teatro y mundo de la entretención y campeones internacionales en casi todos los deportes y eventos de competición. En países apenas semi emergentes como Colombia, jamás pensamos que se pudiera llegar a alcanzarla en el alto logro de sus metas..

Argentina siempre ha sido fabulosa y mucho más que un país. Lo ha demostrado en su historia, a pesar de los avatares y pesares sufridos. Ser argentino es una manera de pensar, sentir, hablar y participar.Argentina es un país que  ha sido y siempre será diferente. Y seguirá siendo consecuente con ello de nuevo.
     La felicidad de los argentinos radica en que, cada vez que están en crisis, saben que saldrán de ella y que llegará la estabilidad hasta la siguiente. Es una manera de vivir y, en su interior hay un proceso gestante de selección natural, una de las explicaciones científicas válidas todavía de la Evolución hacia-adelante y hacia-arriba de las especies vivas en nuestro planeta tierra.

Peronismo y justicialismo
Suele considerarse peronismo como el movimiento político argentino de carácter populista surgido en 1945 alrededor de la personalidad y la obra de Juan Domingo Perón, sin programa ideológico definido e integrado por corrientes muy diversas, que con el tiempo originarían profundas contradicciones en su seno. Supo aprovechar los intereses de los nuevos sectores sociales que el proceso de industrialización había conformado. Y apoyado institucionalmente en el Ejército y en los Sindicatos, persiguió la creación de un capitalismo nacional independiente. Dio un decidido impulso a la industria del país, se nacionalizaron importantes sectores de la misma, hasta entonces en manos de capital extranjero, y se invirtieron grandes cantidades en obras públicas. La política social, dinamizada por la fuerte personalidad de María Eva Duarte de Perón (Evita), reportó importantes avances laborales, que culminaron con la proclamación de los Derechos del Trabajador, y mejoras sociales como el sufragio femenino o la construcción de miles de escuelas y centros de salud. Uno de sus objetivos principales fue la disminución de las desigualdades y la búsqueda de una conciliación de clases que evitara los conflictos sociales. Hasta la década de 1950, el gobierno justicialista de Perón desarrolló su política con éxito, pero, a partir de estas fechas, las dificultades y la pérdida de apoyos debilitaron al movimiento peronista, que exhibió desde entonces una tendencia más acentuada hacia el autoritarismo. Sobrevino una crisis económica, agravada por la falta de reservas del Banco Central y por el endeudamiento exterior.
La presión de la oligarquía; el acoso de la burguesía industrial, que había visto frustradas sus expectativas; la oposición de la Iglesia a varias medidas y leyes; el descontento de algunos sectores del Ejército; la muerte de Eva Duarte, que privaba al peronismo de su figura más popular; y la ruptura del bloque de fuerzas que lo conformaba fueron, en conjunto, motivos que debilitaron el gobierno de Perón y forzaron su retirada del poder en 1955. Sin embargo, el peronismo, como corriente política, logró mantenerse y resistir durante la dictadura militar. Con el Frente Justicialista en 1973, el peronismo retomó el poder, convocó nuevos comicios y situó a su líder en la presidencia. Pero la muerte de Perón (1974) agudizó los enfrentamientos internos. En 1976, un golpe de Estado militar desalojó del gobierno a los peronistas. Éstos consiguieron recuperar el poder en 1989 (seis años después de la restauración de la democracia en Argentina de la mano de Carlos Saúl Menem, presidente de la República que duró hasta 1999. Lo sucede Fernando de la Rúa , quien dimite en 2001, por grave crisis económica, social y política. Surgen varias apetencias políticas. Para los comicios presidenciales (27 abril 2003), el Partido Justicialista no pudo superar sus divisiones internas y tres peronistas aspiraron a la jefatura del Estado: nuevamente Menem, Néstor Kirchner y Rodríguez Saá. La renuncia de Menem condujo a Kirchner a la presidencia del país, de la que tomó posesión el 25 de mayo de aquel año. (Buen resumen en Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005).
El justicialismo de Cristina Fernández
     El justicialismo ha mostrado ser un fenómeno político resistente y adaptable a las circunstancias cambiantes, mezcla eficaz de nacionalismo y populismo, sigue siendo referente obligado de la historia política argentina de hoy. Desde la muerte de Perón (1974). el peronismo ha experimentado varias reencarnaciones contradictorias. Tras la caída de la dictadura militar (1976-1983), se identificó con ideas y prácticas gubernamentales tan dispares como el neo-liberalismo de Carlos Saúl Menem y el nuevo izquierdismo interventor y nacionalista del matrimonio Kirchner.
     El justicialismo siguió actuando como un populismo descarnado que ofreció sus últimos frutos con la reelección avasalladora de Cristina Fernández tras su primer período. Su triunfo arrollador (54%) frente a todos los opositores, llevó al veterano y liberal diario ´La Nación´ a titular en su portada “A la presidenta, todo el poder”, ya que contaría con mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso (Cámara de los Diputados y Senado). De los 257 escaños de la Cámara de Diputados, la presidenta reelecta y sus satélites quedaron con 135.
     Argentina (como he subrayado) es un país atípico en la región. Con un gobierno democrático después de una larga dictadura, no asumió los principios de estabilidad macroeconómica como sí lo hicieron, por ejemplo, Chile, Brasil, Uruguay. Y esa actuación resultó muy poco propicia para la inversión exterior. Pero la presidenta Cristina siguió en sus trece, repartiendo subsidios y prebendas.
     Y cayó hondo en el populismo, grave epidemia política que afecta a muchos de nuestros países, en los que varios regímenes han colapsado cuando se agota un reparto complaciente de riqueza al que no corresponde un aumento correspondiente de producción. Suscribo la conclusión lúcida de un autorizado estudioso venezolano: “el populismo ha constituido la más grave enfermedad política de América Latina”(Escovar Salom). Lo que da base para temer por el futuro de gobiernos que funcionen en forma paternalista y clientelista, confiados en que los recursos son inagotables, sin prever eficientemente que haya para ello una equivalente producción nacional.
     Con razón observaba en su momento Mateo Madridejos, argentino (“observatorio mundial”) que “el éxito del llamado Frente de la Victoria oficialista se explicaba, ante todo, porque la jefa del Estado, emulando sin desmayo a Eva Duarte, puso más dinero en los bolsillos de los pobres y alimentó más programas sociales que ningún otro jefe del Estado desde la caída de Perón en 1955, sin importarle los peligros de la espiral inflacionista y de la demagogia. Ya se sabe que los subsidios aumentan el consumo y la clientela, pero no la productividad. Las estadísticas de la pobreza conocen transitoriamente un rápido declive, lo que explica que los habitantes de las villas miseria hayan votado en masa por la nueva “reina y señora de los descamisados”. El gobierno aseguraba  que la pobreza había disminuido del 58 % al 8 % en los últimos cinco años, pero otros cálculos más fidedignos la sitúan aún en el 21 %. Las reformas estructurales, sin embargo, están por acometer, de manera que el retroceso de la pobreza puede resultar un espejismo tan pronto como sube la inflación y se recortan los subsidios. Los barrios de latas siguen donde estaban y cabe suponer que se harán sentir tan pronto como se presente una de esas crisis que periódicamente sacuden al país y revelan con furia sus lacras institucionales y sociales”. “Estamos bailando felizmente sobre el Titanic”, aseguró con ironía uno de los candidatos perdedores, Eduardo Duhalde (5,6 % de los votos), peronista disidente, caudillo opositor, quien advirtió durante la campaña electoral del despegue imparable de la inflación y el deterioro de los ingresos del Estado que se producirían en 2012, como en efecto ocurrió. Los precios han seguido aumentando a un ritmo frenético del 24 % anual, la peor tasa de inflación en América Latina, si se exceptúa Venezuela, pero sin el gratuito maná petrolífero de que goza ella. El aterrizaje tenía que ser tan espectacular como doloroso. Ya lo había previsto el analista Mariano Grondona cuando afirmó: “Todo parece igual pero ya nada es igual desde que Argentina pasó de ser una democracia endeble a una sólida monarquía absoluta, sin contrapesos ni controles de ningún orden.”
El gran debate presidencial favorece a Macri
     No se sabe cuáles serán los cambios y hasta dónde llegarán. Pero Argentina ha entrado en su situación ideal: vive una crisis que coincide con un cambio de gobierno presidencial. Ha quedado patente que lo que está en juego el próximo 22 de noviembre en la elección presidencial de Argentina, son dos modelos de proyectos políticos del país. (Antonio Navalón, “Universo argentino”, El País 1º noviembre 2015).
     La campaña electoral sería de peronistas contra peronistas –afirmaba Antonio Navalón en su clarividente comentario “Miedo a la libertad”(El País 16 noviembre 2014). La diferencia reside en cómo miran o van a mirar los votantes argentinos esa especie de velada sucesión continuista de la dinastía Kirchner (representada en Scioli) o .el cambio sustancial y no solo de simples ajustes económicos (representada en Macri).
Seguí con mucha atención y tomando notas, el largo debate público de anoche (15 noviembre)  entre los dos contendores finalistas. Todo él se me hizo excelente: por su organización desde la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, la buena planeación al concentrar en 4 bloques las cuestiones principales sobre las que se debía exponer y discutir, a saber, 1) Desarrollo económico y humano, 2) Educación e infancia, 3) Seguridad y derechos humanos, 4) Fortalecimiento democrático. La metodología  fue acertada y su manejo efectivo por parte de los dos moderadores, con  dos pausas de reposo y palabras finales. Fue un debate de altura, de estilo franco pero respetuoso, sin insultos ni desplantes, entre dos valiosas personalidades de larga trayectoria, habilidad y muchos méritos en la vida política, empresarial, y cultural argentina.
Mi percepción personal fue más positiva respecto de Mauricio Macri por la mayor seguridad, coherencia, claridad con que afirmó sus posiciones e ideas, sin visos de ideología autoritaria o exclusivista de otros, sino abierto a la inclusión en su gobierno de buenas y puntuales políticas exitosas del anterior. Pero se mantuvo a la ofensiva subrayando en varios de los temas que el suyo sería un gobierno de cambio y no de continuidad con el anterior –como tenía Scioli que defender aun con mentiras (casos concretos citados como el de la pobreza real del 24% y no del 5%, una devaluación del peso argentino en períodos recientes del 25% mensual.-solo superada por la de Venezuela, crisis del sistema hospitalario en la gran Buenos Aires y en ella también auge del narcotráfico, aislamiento territorial de Provincias del Norte con las del Sur argentino…). En general un decrecimiento (“en Argentina hace 4 años que no crecemos”, Macri). Frente a lo cual Macri hace un llamado –que inspira confianza y esperanza a crecer todos juntos, especialmente a los 2 millones de nuevos votantes jóvenes, a los desempleados, a las mujeres. Por ello su lema presidencial “cambiemos”.
En síntesis, Mauricio Macri representa el dejar atrás el justicialismo de los Kirchner y promete una reinterpretación mejor del peronismo raizal para una nueva Argentina más innovativa y creativa además de rotundamente comprometida con la democracia en el continente, asumiendo en consecuencia un rol que pudiera convertirse en liderazgo con visibles efectos geopolíticos como el de lograr que se aplique la Carta Democrática de las Américas en Venezuela.
Me permito recordar que no puede olvidarse en este momento de entender la política argentina que hay una influencia esencialmente femenina transmitida durante generaciones, en la que Perón fue la cara, pero Eva el sentimiento. Parece claro que Macri pondrá en marcha la superación del kirchnerismo (con todo y su viudez). Y no sería extraño que hiciera alianza con María Eugenia Vidal, la joven, independiente y pujante líder (quien estaba en primera fila en el debate y designó por su nombre) y quien acaba de ganar por elecciones el muy importante cargo de Jefe de la populosa Provincia de Buenos Aires. Ella pudiera darle el tinte femenino a la nueva época que con buenos augurios se inicia en Argentina.


enf   16-11-15