La creación de una Comisión de la Verdad estaba también prevista en el Marco Legal para la Paz (aprobada por el Congreso tras ser presentada por el senador Juan Fernando Cristo con el argumento válido de que con ella se cierra la posibilidad de que entre la Corte Penal Internacional a interferir o determinar por su lado.
De modo que en momento previo a las discusiones de negociaciones expresamente formales, ambas partes (Gobierno y Farc) conformaron en agosto de 2014 una Comisión para la Verdad Histórica (CVH) de 12 eminentes estudiosos, intelectuales y analistas de varias tendencias, con el encargo de elaborar un insumo básico para la comprensión histórica de la realidad y dimensiones del conflicto armado. Ellos en desarrollo de su misión, dividieron su trabajo en tres enfoques específicos: 1) los orígenes del conflicto armado, 2) los factores que han facilitado su desarrollo y 3) los efectos directos e indirectos que ha causado sobre una población civil calculada en 7 millones de la población. Se recogió allí en 809 páginas escritas toda una mirada global a más de medio siglo de violencia continuada, con aspectos adicionales que había que tener en cuenta.
Se designaron dos relatores de los trabajos elaborados por escrito de manera independiente y en tiempo record. Ambos resolvieron no hacer un solo informe conjunto sino presentar a la Comisión cada uno el suyo. Ambos son piezas magistrales de consulta obligada. El de Eduardo Pizarro Leongómez se titula “Una lectura múltiple y pluralista de la historia” (pp. 4-99). El de Víctor Manuel Moncayo Cruz “Hacia la verdad del conflicto: insurgencia guerrillera y orden social vigente” (pp.99-123).
Nos permitimos, sin disminuir calidad a alguno de los otros, destacar los estudios de Sergio De Zubiría “Dimensiones políticas y culturales en el conflicto colombiano” (pp. 194-248); Darío Fajardo “Estudio sobre los orígenes del conflicto social armado, razones para su persistencia y sus efectos más profundos en la sociedad colombiana”; Jorge Giraldo“Política y guerra sin compasión”(pp. 451-498); Francisco Gutiérrez “¿Una historia simple?” (pp.448-498); Daniel Pecaut “Un conflicto armado al servicio del status quo social y político” (pp. 599-652): Vicente Torrijos “Cartografía del conflicto: pautas interpretativas sobre la evolución del conflicto irregular colombiano” (pp.652-697); Renán Vega “Injerencia de los Estados Unidos, contrainsurgencia y terrorismo del Estado” (pp. 697-761); María Emma Wills “Los tres nudos de la guerra colombiana” (pp. 761-807) Y el comentario final conjunto de la Comisión CHCV (pp. 807-809).
Recomendable la lectura de Fernando González González, S.J. Director del prestigioso CINEP de los jesuitas (Centro de Investigación Nacional y Educación Popular) quien no estuvo como miembro de la Comisión pero ha publicado reciente libro que actualiza y complementa otros anteriores suyos sobre el tema: Poder y Violencia en Colombia (2014) Bogotá CINEP.
Según los dos relatores Pizarro L. y Moncayo R., las luchas agrarias que se desarrollaron en Colombia a partir de la segunda década del siglo XX, fueron creando las condiciones para una confrontación posterior. Sin embargo, para María Emma Wills es necesario indagar casi desde la formación del Estado-Nación, es decir, desde el siglo XIX que se vio afectado por varias guerras civiles de carácter regional y de carácter nacional. De cualquier manera se advierte que las tensiones en el campo fueron caldo de cultivo de la guerra.
En términos generales, los doce comisionados apuntan a reconocer que la crisis social y política fue creando una confrontación bipolar entre los dos partidos tradicionales, situación que se acentuó ante el fracaso de la formación de terceros partidos. En medio del camino, sostienen algunos de los analistas, la Guerra Civil Española, entre 1936 y 1939, contribuyó a darle una connotación ideológica a las diferencias políticas, aumentando las condiciones de beligerancia entre unos y otros sectores enfrentados.
Cada uno de los ensayos incluidos en el primer reporte de la Comisión Histórica del Conflicto agrega importantes puntos de vista que, seguramente, van a generar un debate público aún más amplio. Por ejemplo se dice que una de las causas de la violencia partidista de los años 40 y 50 - antecedente inmediato de la guerra entre el Estado y la insurgencia- fue la reacción de algunos sectores retardatarios a los programas incluidos en la República Liberal, en especial a través de la llamada ‘Revolución en Marcha’.
Además se aclara en diversas posturas que -más allá de los factores que desencadenaron la confrontación armada- hubo algunos factores adicionales que la agudizaron. La Revolución Cubana de 1959 y el contexto de la Guerra Fría después de la Segunda Guerra Mundial, fueron también detonantes de un enfrentamiento entre el Estado y la insurgencia naciente, que con el paso del tiempo permitió que, en el reciclaje de otras violencias, provocara uno de los conflictos más prolongados en la historia reciente.
Tratando de avanzar sobre una línea de tiempo, los distintos ensayos abordan hitos cronológicos para entender el conflicto colombiano. Por ejemplo, en enero de 1959, como una directa reacción al triunfo de la Revolución Cubana, el nacimiento del Movimiento Obrero y Estudiantil (MOEC), primera expresión guerrillera en el país. Posteriormente, en el contexto ideológico de la combinación de formas de lucha, en los años 60 llegaron nuevos grupos guerrilleros como las Farc, el Eln, el Epl.
No obstante, esta secuencia de hechos y personajes que fueron dándole continuidad a la guerra no se explica -por ejemplo- sin una honda valoración del impacto que causó en Colombia, para bien y para mal, el sistema del Frente Nacional impuesto por los dos partidos políticos tradicionales. Con una particularidad ineludible como fue la prohibición para que el Partido Comunista ejerciera sus labores, en decisión que fue adoptada desde junio de 1954 por el entonces presidente Gustavo Rojas Pinilla. Con múltiples detalles y enfoques alternos -aliciente para los investigadores colombianos- los distintos ensayos y las dos relatorías no explican por qué durante los años 70 la guerrilla logró desdoblar sus frentes de lucha y cómo, por ejemplo, desde alternas posicioness, el denominado paro cívico de septiembre de 1977 tuvo una lectura equivocada. Unos creyeron que era el comienzo de la insurrección general (Izquierda), y del lado contrario, la urgencia para militarizar la sociedad (Derecha) que explica, a partir de 1978, el duro Estatuto de Seguridad de la era Turbay.
De cualquier manera, este primer reporte global de la Comisión Histórica del Conflicto acepta darle a la confrontación colombiana unos calificativos mínimos pero que demuestran su crudeza. Ha sido un conflicto prolongado, incluso se dice que es una de las confrontaciones más antiguas del mundo. También se trata de un conflicto complejo por el número de actores disímiles que se han extendido a lo largo del tiempo; y un conflicto discontinuo, porque varias generaciones van y vienen durante su desarrollo.
De igual manera ha sido un conflicto atroz, con inocultables raíces políticas y verdades incuestionables. Por ejemplo, se detecta en él una variable fundamental --aunque puedan existir diferencias entre los investigadores sobre las causas objetivas de la confrontación- la cuestión agraria es determinante. En tal sentido, dentro de las recomendaciones no falta la insistencia en promover cambios en el uso y acceso a la tierra e incluso la revisión de un modelo económico que no ha fortalecido la equidad.
Hay elementos -se puntualiza- que han agravado el conflicto y han permitido su persistencia. Uno de ellos, el narcotráfico y sus distintas secuelas. Otro, el secuestro y la extorsión como dos conductas atravesadas a lo largo del conflicto armado. De igual manera, la precariedad institucional y el sistema político clientelista, aspectos que requieren un análisis en profundidad porque también explican el nacimiento de otras expresiones ilegales para tratar de sustituir al Estado colombiano.
Obviamente, en casi todas las visiones del conflicto armado prevalece el reconocimiento de que el fenómeno del paramilitarismo fue otra de las razones primordiales para que el conflicto interno se prolongara por tanto tiempo. Ese factor sumado a los anteriores explica una violencia que, de manera discriminada, ha dejado desplazados, secuestrados, extorsionados, torturados, despojados, asesinados, desaparecidos o víctimas de reclutamiento, minas antipersonales o ataque directos en un conflicto que alcanzó a durar más de cinco décadas.
Según lo dispuesto en el mismo acuerdo que dio nacimiento a la Comisión, una vez socializados los documentos presentados por los doce delegados y los dos relatores, vendrán varias discusiones para tratar de consolidar un solo documento que se constituyera en insumo básico para la comprensión histórica del conflicto armado.
Según los dos relatores, Pizarro Leongómez y Moncayo Ruiz, las luchas agrarias que se desarrollaron en Colombia a partir de la segunda década del siglo XX, fueron creando las condiciones para una confrontación posterior. Sin embargo, para María Emma Wills es necesario indagar casi desde la formación del Estado- Nación, es decir, desde el siglo XIX que se vio afectado por catorce guerras civiles de carácter regional y ocho de carácter nacional. De cualquier manera se advierte que las tensiones en el campo agrario fueron caldo de cultivo de la guerra.
En términos generales, los doce comisionados apuntan a reconocer que la crisis social y política fue creando una confrontación bipolar entre los dos partidos tradicionales, situación que se acentuó ante el fracaso de la formación de terceros partidos. En medio del camino, sostienen algunos de los analistas, la Guerra Civil Española, entre 1936 y 1939, contribuyó a darle una connotación ideológica a las diferencias políticas, aumentando las condiciones de beligerancia entre unos y otros sectores enfrentados.
Cada uno de los ensayos incluidos en el primer reporte de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas agrega importantes puntos de vista que, seguramente, van a generar un debate público aún más amplio. Por ejemplo se dice que una de las causas de la violencia partidista de los años 40 y 50, antecedente inmediato de la guerra entre el Estado y la insurgencia, fue la reacción de algunos sectores retardatarios a los programas incluidos en la República Liberal, en especial a través de la llamada ‘Revolución en Marcha’.
Además se aclara en diversas posturas que más allá de los factores que desencadenaron la confrontación armada, hubo algunos factores adicionales que la agudizaron. La Revolución Cubana de 1959 y el contexto de la Guerra Fría después de la Segunda Guerra Mundial, fueron también detonantes de un enfrentamiento entre el Estado colombiano y la insurgencia naciente, que con el paso del tiempo permitió que, con el reciclaje de otras violencias, provocara uno de los conflictos más prolongados en la historia reciente.
Tratando de avanzar sobre una línea de tiempo, los distintos ensayos abordan hitos cronológicos para entender el conflicto colombiano. Por ejemplo, en enero de 1959, como una directa reacción al triunfo de la Revolución Cubana, el nacimiento del Movimiento Obrero y Estudiantil (MOEC), primera expresión guerrillera en el país. Posteriormente, en el contexto ideológico de la combinación de formas de lucha, en los años 60 llegaron nuevos grupos guerrilleros como las Farc, el Eln, el Epl.
No obstante, esta secuencia de hechos y personajes que fueron dándole continuidad a la guerra no se explican por ejemplo sin una honda valoración del impacto que causó en Colombia, para bien y para mal, el sistema del Frente Nacional impuesto por los dos partidos políticos tradicionales. Con una particularidad ineludible: la prohibición para que el Partido Comunista ejerciera sus labores, en decisión que fue adoptada desde junio de 1954 por el entonces presidente Gustavo Rojas Pinilla.
Con múltiples detalles y enfoques alternos que constituyen un aliciente para los investigadores colombianos, los distintos ensayos y las dos relatorías explican por qué durante los años 70 la guerrilla logró desdoblar sus frentes de lucha y cómo, por ejemplo, desde alternas posturas, el denominado paro cívico de septiembre de 1977 tuvo una lectura equivocada. Unos creyeron que era el comienzo de la insurrección general (Izquierda), y del lado contrario, la urgencia para militarizar la sociedad (Derecha), lo que explica, a partir de 1978, el Estatuto de Seguridad de la era Turbay.
De cualquier manera, este primer reporte global de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas acepta darle a la confrontación colombiana unos calificativos mínimos que demuestran su crudeza. Ha sido un conflicto prolongado, incluso se dice que es una de las confrontaciones más antiguas del mundo. También se trata de un conflicto complejo por el número de actores disímiles que se han extendido a lo largo del tiempo; y un conflicto discontinuo, porque algunas generaciones van y vienen en la guerra.
Ha sido un conflicto atroz, con inocultables raíces políticas y verdades incuestionables. Por ejemplo, se detecta en él una variable fundamental: aunque puedan existir diferencias entre los investigadores sobre las causas objetivas de la confrontación, la cuestión agraria es determinante. En tal sentido, dentro de las recomendaciones no falta la insistencia en promover cambios en el uso y acceso a la tierra e incluso la revisión de un modelo económico que no ha fortalecido la equidad.
Hay elementos -se reconoce. que han agravado el conflicto y han permitido su persistencia. El primero de ellos, el narcotráfico y sus distintas secuelas. En segunda instancia, el secuestro y la extorsión como dos conductas atravesadas a lo largo del conflicto armado. De igual manera, la precariedad institucional y el sistema político clientelista, son aspectos que requieren un análisis en profundidad porque también explican el nacimiento de otras expresiones ilegales para tratar de sustituir al Estado.
Obviamente, en casi todas las visiones del conflicto armado prevalece el reconocimiento de que el fenómeno del paramilitarismo fue otra de las razones primordiales para que la guerra se prolongara por tanto tiempo. Ese factor sumado a los anteriores explica una violencia que, de manera discriminada, ha dejado desplazados, secuestrados, extorsionados, torturados, despojados, asesinados, desaparecidos o víctimas de reclutamiento, minas antipersonales o ataque directos en una guerra de más de cinco décadas.
Según lo dispuesto en el mismo Pre-acuerdo que dio nacimiento a la Comisión, una vez socializados los documentos presentados por los doce delegados y los dos relatores, vendrían varias discusiones para tratar de consolidar un solo documento que se constituyera en insumo básico para la comprensión histórica del conflicto armado. Pero los dos relatores acordaron presentar y consignar cada uno el suyo.
De igual manera ha sido un conflicto atroz, con inocultables raíces políticas y verdades incuestionables. Por ejemplo, se detecta en él una variable fundamental --aunque puedan existir diferencias entre los investigadores sobre las causas objetivas de la confrontación- la cuestión agraria es determinante. En tal sentido, dentro de las recomendaciones no falta la insistencia en promover cambios en el uso y acceso a la tierra e incluso la revisión de un modelo económico que no ha fortalecido la equidad.
Hay elementos -se puntualiza- que han agravado el conflicto y han permitido su persistencia. Uno de ellos, el narcotráfico y sus distintas secuelas. Otro, el secuestro y la extorsión como dos conductas atravesadas a lo largo del conflicto armado. De igual manera, la precariedad institucional y el sistema político clientelista, aspectos que requieren un análisis en profundidad porque también explican el nacimiento de otras expresiones ilegales para tratar de sustituir al Estado colombiano.
Obviamente, en casi todas las visiones del conflicto armado prevalece el reconocimiento de que el fenómeno del paramilitarismo fue otra de las razones primordiales para que el conflicto interno se prolongara por tanto tiempo. Ese factor sumado a los anteriores explica una violencia que, de manera discriminada, ha dejado desplazados, secuestrados, extorsionados, torturados, despojados, asesinados, desaparecidos o víctimas de reclutamiento, minas antipersonales o ataque directos en un conflicto que alcanzó a durar más de cinco décadas.
Según lo dispuesto en el mismo acuerdo que dio nacimiento a la Comisión, una vez socializados los documentos presentados por los doce delegados y los dos relatores, vendrán varias discusiones para tratar de consolidar un solo documento que se constituyera en insumo básico para la comprensión histórica del conflicto armado. Según los dos relatores, Pizarro Leongómez y Moncayo Ruiz, las luchas agrarias que se desarrollaron en Colombia a partir de la segunda década del siglo XX, fueron creando las condiciones para una confrontación posterior. Sin embargo, para María Emma Wills es necesario indagar casi desde la formación del Estado- Nación, es decir, desde el siglo XIX que se vio afectado por catorce guerras civiles de carácter regional y ocho de carácter nacional. De cualquier manera se advierte que las tensiones en el campo agrario fueron caldo de cultivo de la guerra.
En términos generales, los doce comisionados apuntan a reconocer que la crisis social y política fue creando una confrontación bipolar entre los dos partidos tradicionales, situación que se acentuó ante el fracaso de la formación de terceros partidos. En medio del camino, sostienen algunos de los analistas, la Guerra Civil Española, entre 1936 y 1939, contribuyó a darle una connotación ideológica a las diferencias políticas, aumentando las condiciones de beligerancia entre unos y otros sectores enfrentados.
Cada uno de los ensayos incluidos en el primer reporte de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas agrega importantes puntos de vista que, seguramente, van a generar un debate público aún más amplio. Por ejemplo se dice que una de las causas de la violencia partidista de los años 40 y 50, antecedente inmediato de la guerra entre el Estado y la insurgencia, fue la reacción de algunos sectores retardatarios a los programas incluidos en la República Liberal, en especial a través de la llamada ‘Revolución en Marcha’.
Además se aclara en diversas posturas que más allá de los factores que desencadenaron la confrontación armada, hubo algunos factores adicionales que la agudizaron. La Revolución Cubana de 1959 y el contexto de la Guerra Fría después de la Segunda Guerra Mundial, fueron también detonantes de un enfrentamiento entre el Estado colombiano y la insurgencia naciente, que con el paso del tiempo permitió que, en el reciclaje de otras violencias, provocara uno de los conflictos más prolongados en la historia reciente.
Tratando de avanzar sobre una línea de tiempo, los distintos ensayos abordan hitos cronológicos para entender el conflicto colombiano. Por ejemplo, en enero de 1959, como una directa reacción al triunfo de la Revolución Cubana, el nacimiento del Movimiento Obrero y Estudiantil (MOEC), primera expresión guerrillera en el país. Posteriormente, en el contexto ideológico de la combinación de formas de lucha, en los años 60 llegaron nuevos grupos guerrilleros como las Farc, el Eln, el Epl.
No obstante, esta secuencia de hechos y personajes que fueron dándole continuidad a la guerra no se explican por ejemplo sin una honda valoración del impacto que causó en Colombia, para bien y para mal, el sistema del Frente Nacional impuesto por los dos partidos políticos tradicionales. Con una particularidad ineludible: la prohibición para que el Partido Comunista ejerciera sus labores, en decisión que fue adoptada desde junio de 1954 por el entonces presidente Gustavo Rojas Pinilla.
Con múltiples detalles y enfoques alternos que constituyen un aliciente para los investigadores colombianos, los distintos ensayos y las dos relatorías explican por qué durante los años 70 la guerrilla logró desdoblar sus frentes de lucha y cómo, por ejemplo, desde alternas posturas, el denominado paro cívico de septiembre de 1977 tuvo una lectura equivocada. Unos creyeron que era el comienzo de la insurrección general (Izquierda), y del lado contrario, la urgencia para militarizar la sociedad (Derecha), lo que explica, a partir de 1978, el Estatuto de Seguridad de la era Turbay.
De cualquier manera, este primer reporte global de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas acepta darle a la confrontación colombiana unos calificativos mínimos que demuestran su crudeza. Ha sido un conflicto prolongado, incluso se dice que es una de las confrontaciones más antiguas del mundo. También se trata de un conflicto complejo por el número de actores disímiles que se han extendido a lo largo del tiempo; y un conflicto discontinuo, porque algunas generaciones van y vienen en la guerra.
Ha sido un conflicto atroz, con inocultables raíces políticas y verdades incuestionables. Por ejemplo, se detecta en él una variable fundamental: aunque puedan existir diferencias entre los investigadores sobre las causas objetivas de la confrontación, la cuestión agraria es determinante. En tal sentido, dentro de las recomendaciones no falta la insistencia en promover cambios en el uso y acceso a la tierra e incluso la revisión de un modelo económico que no ha fortalecido la equidad.
Hay elementos -se reconoce. que han agravado el conflicto y han permitido su persistencia. El primero de ellos, el narcotráfico y sus distintas secuelas. En segunda instancia, el secuestro y la extorsión como dos conductas atravesadas a lo largo del conflicto armado. De igual manera, la precariedad institucional y el sistema político clientelista, son aspectos que requieren un análisis en profundidad porque también explican el nacimiento de otras expresiones ilegales para tratar de sustituir al Estado.
Obviamente, en casi todas las visiones del conflicto armado prevalece el reconocimiento de que el fenómeno del paramilitarismo fue otra de las razones primordiales para que la guerra se prolongara por tanto tiempo. Ese factor sumado a los anteriores explica una violencia que, de manera discriminada, ha dejado desplazados, secuestrados, extorsionados, torturados, despojados, asesinados, desaparecidos o víctimas de reclutamiento, minas antipersonales o ataque directos en una guerra de más de cinco décadas.
Según lo dispuesto en el mismo Pre-acuerdo que dio nacimiento a la Comisión, una vez socializados los documentos presentados por los doce delegados y los dos relatores, vendrían varias discusiones para tratar de consolidar un solo documento que se constituyera en insumo básico para la comprensión histórica del conflicto armado. Pero los dos relatores acordaron presentar y consignar cada uno el suyo
De igual manera ha sido un conflicto atroz, con inocultables raíces políticas y verdades incuestionables. Por ejemplo, se detecta en él una variable fundamental --aunque puedan existir diferencias entre los investigadores sobre las causas objetivas de la confrontación- la cuestión agraria es determinante. En tal sentido, dentro de las recomendaciones no falta la insistencia en promover cambios en el uso y acceso a la tierra e incluso la revisión de un modelo económico que no ha fortalecido la equidad.
Hay elementos -se puntualiza- que han agravado el conflicto y han permitido su persistencia. Uno de ellos, el narcotráfico y sus distintas secuelas. Otro, el secuestro y la extorsión como dos conductas atravesadas a lo largo del conflicto armado. De igual manera, la precariedad institucional y el sistema político clientelista, aspectos que requieren un análisis en profundidad porque también explican el nacimiento de otras expresiones ilegales para tratar de sustituir al Estado colombiano.
Obviamente, en casi todas las visiones del conflicto armado prevalece el reconocimiento de que el fenómeno del paramilitarismo fue otra de las razones primordiales para que el conflicto interno se prolongara por tanto tiempo. Ese factor sumado a los anteriores explica una violencia que, de manera discriminada, ha dejado desplazados, secuestrados, extorsionados, torturados, despojados, asesinados, desaparecidos o víctimas de reclutamiento, minas antipersonales o ataque directos en un conflicto que alcanzó a durar más de cinco décadas.
Según lo dispuesto en el mismo acuerdo que dio nacimiento a la Comisión, una vez socializados los documentos presentados por los doce delegados y los dos relatores, vendrán varias discusiones para tratar de consolidar un solo documento que se constituyera en insumo básico para la comprensión histórica del conflicto armado.
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